¿Es la renta básica universal la respuesta ante la amenaza de la inteligencia artificial en el trabajo?
El concepto de una renta básica universal (RBU) ha sido tema de debate durante siglos, con defensores que ahora la ven no solo como una solución a la pobreza, sino como una respuesta a los desafíos actuales de los trabajadores: la desigualdad salarial, la inseguridad laboral y la posibilidad de pérdida de empleos debido a la inteligencia artificial (IA).
La creciente automatización, según Elon Musk, podría llevar a que los trabajos se centren en la satisfacción personal, pero algunos expertos, como Karl Widerquist, advierten que esto podría forzar a trabajadores de cuello blanco a empleos precarios en la economía gig y empeorar la desigualdad.
La RBU, sugieren, corregiría la incapacidad de los empleadores para distribuir equitativamente los beneficios del crecimiento económico generado en parte por la automatización. Además, algunos consideran que sería una retribución justa a los trabajadores por su contribución al desarrollo y difusión de la IA.
Experiencias de RBU muestran un aumento en la participación laboral, así como la posibilidad de asegurar contratos permanentes, lo que contrasta con empleos inseguros. Además, promueve la redefinición del trabajo, incluyendo la remuneración por labores tradicionalmente no remuneradas, como el cuidado de niños o ancianos.
Aunque aún no hay consenso sobre su implementación, algunos creen que un impuesto a los robots podría financiar la RBU. Sin embargo, otros advierten sobre los desafíos prácticos de definir qué constituye un “robot”.
A pesar de estos debates, la RBU sigue siendo una propuesta controvertida que plantea interrogantes sobre su viabilidad y efectividad en el cambiante mundo laboral impulsado por la IA.